Casciari relata las vivencias de Messi en Barcelona y lo llama al astro un “emigrante que deja la valija hecha para volver a la Argentina”.

El escritor Hernán Casciari hizo emocionar a Lionel Messi con el texto “Messi y su valija”, donde relata sus vivencias en Barcelona y lo llama al astro un “emigrante que deja la valija hecha para volver a la Argentina”. El rosarino contó hoy que se le cayeron un par de lágrimas junto con su esposa, Antonela Roccuzzo, al escucharlo. 

“Nos pusimos a llorar los dos cuando escuchamos el cuento. Le quiero agradecer y decirle que nos hicieron emocionar. Un abrazo grande y gracias otra vez”, dijo Messi en un audio enviado al programa de radio “Perros de la Calle”, conducido por Andy Kusnetzoff.

“Anto me mostró lo de Hernán, lo que escribió, cómo lo contó, fue impresionante, nos pusimos a llorar los dos porque es algo muy cierto todo lo que cuenta, muy emotivo y quería mandarle un saludo a los dos”, reiteró Messi.

La respuesta del capitán argentino, campeón del mundo ahora, llegó después de la viralización del video de unos 10 minutos de duración, en el que el escritor leyó un adelanto de un texto que será publicado en la revista Orsai.

En este cuento, Casciari compara dos tipos de emigrantes, los que dejan la valija hecha al lado de la puerta y defienden el “yeísmo” argentino, y los que llegan a su destino, desarman la valija y la guardan “al fondo del armario y al segundo ya hablan como los locales”.

Desde ese punto de vista, Casciari, quien vivió más de una década en Barcelona, Messi integra el grupo de los primeros y les sirvió a los argentinos en Barcelona para “resistir en las trincheras” de lo autóctono.

De hecho, Messi se mudó a Barcelona en septiembre del 2000 y con el paso del tiempo se convirtió en el máximo ídolo de la institución aunque “nunca perdió tono argentino” al hablar con dialecto rosarino, describió el autor del cuento.

Antonela Roccuzzo compartió en relato de Hernán Casciari en su cuenta de Instagram:

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Adelanto del texto de Hernán Casciari sobre Lionel Messi

“Escribí una larguísima reflexión para la próxima Revista Orsai, pero tengo ganas de compartirlo ahora en caliente. Entonces hice un pequeño resumen de algo que va a salir en el próximo número mucho más detallado que se llama “Messi y su valija”. Es algo que tiene que ver más que con el ahora, con el principio de todo. 

Yo me acuerdo que los sábados del 2003. A la mañana. En el canal TV3 de Cataluña, se transmitía en directo los partidos de las inferiores del Barça. Los sábados a las 11 y media y los domingos a las 9 y 30. En los chats de argentinos emigrados se repetían dos preguntas: ‘¿cómo hacemos dulce de leche hirviendo lata de leche condensada?’ y ‘¿a qué hora juega el chico rosarino de 15 que hacía goles todos los partidos?’

En la temporada 2003/2004, Messi jugó 37 partidos en el juvenil A, juvenil B, Barza C y Barza D. Y en esos 37 partidos convirtió 35 goles. Yo recuerdo que el rating matutino de la televisión catalana superaba al rating prime time de la noche. Mucha gente empezaba a hablar de este nene. En las peluquerías, en los bares y en las tribunas del Camp Nou. El único que no hablaba era él.

En las entrevistas post partido, todas las preguntas las respondía con un sí o con un no. A veces decía ‘gracia’ y después bajaba la vista, no hablaba mucho. Los argentinos emigrados hubiéramos preferido a un charlatán, pero había algo bueno cuando por fin hilvanaba una frase más o menos larga, se comía todas las eses y decía ful en lugar de falta. Descubrimos, con alivio, que era de los nuestros, de los que teníamos la valija sin guardar.

En esa época había dos clases de inmigrantes en Barcelona: los que guardaban la valija en el ropero, ni bien llegaban a España, decían ‘vale’, ‘tío’ y ‘hostias’. Y los que teníamos la valija sin guardar manteníamos las costumbres, como por ejemplo el mate o el yeísmo. Decíamos yuvia, decíamos caye, para no olvidarnos. Empezó a pasar el tiempo. Messi se convirtió en el 10 indiscutido del Barça. Llegaron las Ligas, las Copas del Rey y las Champions. Y tanto él como nosotros, los inmigrantes, supimos que el acento era, de todas las cosas, lo más difícil de mantener.

A todos nos costaba mucho seguir diciendo gambeta en vez de regate, pero al mismo tiempo sabíamos que era nuestra trinchera final. Y Messi fue nuestro líder en esa batalla. El chico, aquel que no hablaba, nos mantenía viva la forma de hablar”.

Celebrábamos que, en el vestuario, siempre tuviera el termo y el mate. De repente era el humano más famoso de Barcelona pero, igual que nosotros, nunca dejaba de ser un argentino en otra parte.

Es difícil explicar cuánto nos alegró la vida a los que vivíamos lejos de casa. Cómo nos sacó del hastío de una sociedad monótona y nos justificó. De qué manera nos ayudó a no perder la brújula. Messi nos hizo felices de una forma tan serena, y tan natural, y tan nuestra, que cuando empezaron a llegar los insultos desde Argentina no lo podíamos entender.

Pecho frío. Solamente te importa la plata. Quédate allá. No sentís la camiseta. Sos gallego, no argentino. Si alguna vez renunciaste, pensalo otra vez. Mercenario. Viví quince años lejos de Argentina, y no se me ocurre pesadilla más espantosa que escuchar voces de desprecio que llegan del lugar que más querés en el mundo. Ni dolor más insoportable que oír, en la voz de tu hijo, la frase que escuchó Messi de su hijo Thiago: ‘Papá, ¿por qué te matan en Argentina?’.
La renuncia de Messi a la Selección Argentina fue casi un alivio para nosotros, los inmigrantes. No podíamos verlo sufrir así, porque sabíamos cuánto amaba a su país y los esfuerzos que hacía para no romper el cordón umbilical.

Ahí ocurre, creo yo, el hecho más insólito del fútbol moderno: la tarde de 2016 en que Lionel se cansó de los insultos y decidió renunciar, un chico de quince años le escribió una carta por Facebook que terminaba diciendo: ‘Pensá en quedarte. Pero quedate para divertirte, que es lo que esta gente te quiere quitar’. Siete años después, Enzo Fernández, el autor de la carta, resultó el jugador revelación del Mundial de Lionel Messi.

Su renuncia duró unos meses porque el amor hacia esta camiseta se impuso frente a sus críticos. La ida de ciertos referentes lo ungió como el nuevo líder visible del plantel. Y al volver, ganó todo lo que le faltaba y cerró las bocas de sus detractores. Aunque algunos lo encontraron por primera vez vulgar frente a un micrófono. Fue cuando dijo: ‘Qué mirá’, bobo, andá payá’. Para nosotros, los que vigilamos su acento durante quince años, fue una frase perfecta, porque se comió todas las eses y su yeísmo sigue intacto.
Ahora algunos inmigrantes ya volvimos; otros se quedaron. Y ayer, como cada año, Messi volvió de Europa para pasar la Navidad con su familia en Rosario, para saludar a sus vecinos. Sus costumbres no cambian. Lo único que cambia es lo que nos trajo en la valija”. 

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